7 de agosto de 2008

Llegada a París

El 5 de agosto salí de Sevilla a las 5 de la tarde con un calor sofocante (pero tampaco eso es muy extraño en el verano de allí), fue un vuelo directo al aeropuerto de Orly de Paris. Durante el trayecto estuve pensando cómo era la mejor manera de llegar al piso en el que me iba a quedar. Había consultado por internet cómo tenía que hacer (orlyval, luego el RER B, luego andar... subir hasta un 6º sin ascensor) y decidí que como no había tenido que pagar el taxi del aeropuerto de Sevilla porque me había llevado mi hermano y tampoco me habían cobrado por exceso de equipaje, me iba a permitir llegar como un señor hasta la puerta de la casa. Total, pregunté como pude, y me dijeron que me costaba unos 30€ y todos los otros transbordos eran 15€, así que por esa diferencia no valía la pena acarrear tanto bulto.
Cogí el taxi y empecé a observar todo, con esos ojos que escudriñan cada detalle de la que va a ser la ciudad que te va a acoger por una temporada. Cuando llegamos al centro ya empecé a situarme, porque suelo ver los mapas previamente, y así luego no tengo problemas de orientación. En eso, veo que según mi gps mental, la dirección que ha tomado el taxista es la contraria que yo pensaba que era. En un rústico francés, pero educado (eso siempre, que para eso he tenido una enseñanza de muchos años y costeada ;-), le digo: "creo que la dirección es la contraria". Se para en el semáforo, saca su mapa y se hace el despistado: "ah! si, me he equivocado". Yo ya comienzo a murmurar en arameo (que ese es el idioma que llevamos todos dentro sin necesidad de estudiarlo), y me pongo a pensar que no le voy a dar ni un duro más de los 30€, que aunque eran aproximados, tenía la sensación de que me quería timar. Cuando el taxímetro marcó esa cantidad, me debió sentir el taxista al acecho desde el asiento trasero y me dijo que lo iba a parar ahí. Luego, para desgracia de él nos pilló un atasco, así que no le salió bien la jugada a pesar de estar tan cerca de mi destino final.
Al llegar al piso y conseguir subir al 6º sin ascensor las dos maletas, el portatil y demás chismes que llevaba, tuve la sensación de que el provinciano había superado todas las pruebas del día satisfactoriamente y tenía que celebrarlo de alguna manera. Así que decidí llamar a unos amigos que viven aquí, que conocí el año pasado en el viaje de la India, para tomarme una cerveza (si, UNA y no unas como suelo decir), aparte de porque ella se tenía que levantar temprano, es porque cada cerveza cuesta 4 "lerus" (así como se lee). Según me dicen, aquí la gente queda para tomar algo en las casas y sólo salen de vez en cuando. Así que me tendré que ir acostumbrando a "donde fueres haz lo que vieres".
Seguiré contando...

pero antes de irme os voy a poner una fotito que he hecho desde mi ventana del salón (por cierto, no os he contado nada del piso... bueno, otro día), es del cielo de París con unos nubarrones negros y con el arcoiris, porque he pasado de la alerta naranja en Sevilla por calor de cuarenta y tantos grados a la alerta naranja de París por tormentas. C´est la vie...